Quizá te ha abandonado la suerte en Tinder, quizá el estrés pandémico acabó con tu relación o quizá simplemente no te apetece, el sexo ha desaparecido de tu vida y te preguntas cómo te va a afectar eso.
Nuestro organismo está diseñado para que una parte de nuestra actividad la dediquemos al sexo. El contacto físico y los orgasmos desencadenan un montón de reacciones positivas en nuestro cuerpo y en nuestra mente, fundamentalmente provocadas por todas las hormonas que segregamos con el sexo y que nos hacen sentir muy bien como la oxitocina, la dopamina o la serotonina.
La falta de ellas es quizá es el desencadenante del primer efecto que podemos sufrir, un aumento de nuestros niveles de estrés y ansiedad.
Debido a esto mismo, nuestra capacidad de concentración y desempeño en el trabajo se puede ver un poco resentida. Venir contento de casa es muchas veces el combustible que necesitamos para afrontar con energía la jornada laboral. Si el sexo nos falla, cuesta más ponerse a currar.
La menor presencia de oxitocina en nuestro cuerpo nos hace más propensos a padecer de insomnio, sobre todo si solíamos tener relaciones sexuales siempre ante de acostarnos. Y según múltiples estudios, si eyaculamos menos, las posibilidades de sufrir un cáncer de próstata también son mayores.
Vamos a echar también de menos el propio ejercicio físico que hacemos durante el sexo y esta reducción de la actividad puede provocarnos un mayor riesgo de coger unos kilos de más y de que nuestra salud cardiovascular se resienta.
Aunque quizá es algo menos conocido, las relaciones sexuales también mejoran la salud de nuestra piel a través del sudor generado mientras las practicamos. Este sudor contribuye a limpiar los poros y prevenir, por ejemplo, el acné. Durante el sexo también generamos estrógenos, tanto los hombres como las mujeres, que contribuyen a mantener nuestro cabello más brillante y suave. Así que nuestro aspecto general puede que empeore un poco.
Tener una vida sexual activa aumenta en un 30% la producción de inmunoglobulina, con lo que al perder este extra, nuestro sistema inmunitario se verá afectado.
Para redondear todo esto, la capacidad adaptativa de nuestro cuerpo, que muchas veces nos ayuda a sobrellevar situaciones difíciles, en este caso jugará en nuestra contra, ya que al no tener sexo, cada vez tendremos menos ganas y pensaremos menos en ello. Nuestro órganos sexuales, por otro lado, sufrirán cierta atrofia por desuso. Los hombres tendrán más riesgo de disfunción eréctil y las mujeres de que la vagina pierda elasticidad.
¿Cómo evitar los problemas por no tener relaciones sexuales?
Como acabamos de ver, la mayoría de los problemas se derivan básicamente de la falta de ejercicio físico y de la respuesta endocrina que nuestro cuerpo tiene ante el contacto y los orgasmos.
Por tanto, lo más recomendable es que si nos encontramos en una sequía sexual procuremos mantenernos en forma practicando ejercicio y, literalmente, procuremos masturbarnos regularmente para mantener nuestros órganos sexuales activos y unos niveles hormonales similares a los que tenemos cuando practicamos sexo habitualmente.